LA ERMITA DE SANTA ANA
Esta ermita que dio nombre posteriormente a una de nuestras calles, tuvo un bello comienzo, una gloriosa historia y un final trágico. Fueron los Visitadores, dice la Visitación de 1494, a ver un edificio de ermita que los vecinos de Bienvenida tienen comenzando a edificar por devoción a la Señora Santa Ana, que se labra de las limosnas de las buenas gentes; en este año comenzó hacerse una cofradía en la que hay 34 cofrades, los cuales han pagado la mayor costa dicha ermita. En 1498 estaba ya completamente terminada.
Esta ermita fue siempre ayuda de parroquia; a ella se trasladaba el culto ordinario cuando la Iglesia estaba impedida por las obras. Después fue cedida a las monjas concepcionistas, que vinieron de Usagre, quedando así convertida en Iglesia conventual.
El Convento
Existía en Usagre un convento de monjas concepcionistas, a principios del S. XVIII las religiosas se sentían incómodas allí, por el clima que estimaban malsano, a causa del paludismo endémico, lo que motivaba mucha escasez de vocaciones; pues hacía diez años que no entraba ninguna religiosa. Parece ser que tampoco mantenían relaciones cordiales con el pueblo de Usagre. La voluntad de las monjas fue marchar toda la comunidad en secreto a Bienvenida. Se intentó convencer a la abadesa puesto que esa determinación de salir al convento de Bienvenida era contra los sagrados cánones, que mirasen lo que hacían y que como insistieran en que si él no las acompañaba se irían solas, llevando por sí mismas el Santísimo. Fueron abiertas las puertas de la Iglesia, entrando la comunidad en dos filas d, presididas por la abadesa, puestos los velos, y cada una con una vela encendida. El sacerdote, revestido de sobrepelliz, estola y paños de hombros, abrió el Sagrario, puso en sus manos el Sacramento e inmediatamente la comunidad, precedida de la abadesa, que llevaba la cruz alzada, y cerrando la marcha el sacerdote, que llevaba el Santísimo, salieron hacia Bienvenida con el mayor silencio recitando los salmos penitenciales. Cuando tomaron el camino eran las dos de la madrugada del día 22 de octubre de 1723.
Las leyes desamortizadoras de Mendizábal de incautaron del convento, del que fueron expulsadas las religiosas, dándoles opción para restituirse en el seno de sus familias con la irrisoria pensión de 150 reales anuales. Incautado el convento el Estado, estuvo el edificio abandonado algunos años, pero en 1850 estaba todavía intacto, pues el 2 de enero de dicho año el gobernador eclesiástico se diría por oficio al párroco de Bienvenida, encargando que contestara a la mayor brevedad posible si convenía reclamar la Iglesia y alguna otra dependencia del extinguido convento para fines espirituales; porque la Real Orden del 30 de octubre anterior daba opción a los obispos a utilizar las iglesias y dependencias de los antiguos conventos que se juzgaran necesarias para el culto, y a la de los ayuntamientos para aquellas otras que pudieran clasificarse como de utilidad pública. Seguramente no pudo salvarse nada, pues meses más tarde aparece vendido todo el edificio, con todas sus dependencias, incluso la Iglesia, que era la antigua ermita de Santa Ana, en pública subasta; por el grotesco precio de 30000 reales, incluIda la huerta aneja, pagado en diez plazos.
Para mayor desdicha fue demolida la Iglesia, con su torre o campanario, con el pretexto de que situada delante del convento que vendió para viviendas quitaban a estas la vista de la calle. La lamentable y bochornosa demolición fue tan implacable que de ella no ha quedado el menos rastro, ni los cimientos de la Iglesia.