Es uno de los elementos arqueológicos más antiguos encontrados en el término de municipal de Valdecaballeros. Se localiza en un paraje de gran belleza, junto a la antigua vega del Guadiana, sobre un pequeño cerro de unos 408 metros de altura, en la antigua confluencia de los ríos Guadiana y Guadalupejo, hoy cubierta por las aguas del pantano de García Sola.
Se trata de una zona geológicamente caracterizada por la presencia da afloramientos de esquisto pizarroso, denominada antiguamente Cerro de la Barca ( de la que el tholos adquiere su nombre) y conocida en la actualidad como La Isla.
Su construcción debió realizarse entre el IV y el II milenio A.C. debido a la falta de datos más concluyentes , pero su uso perduró hasta época preromana, tal y como nos indica la inscripción documentada en uno de los grandes bloques de piedra del interior de la cámara.
El tholos de Valdecaballeros es un monumento funerario megalítico, de estructura mixta, compuesta por una cámara de tendencia circular aunque algo irregular, construida con grandes bloques de piedra verticales hincados (denominados ortostatos, cubierta con una falsa cúpula con aproximación de hiladas, un zócalo ortostático y un largo corredor de acceso adintelado de más de 14 metros de longitud y unos 1,20 metros de anchura máxima, realizado también con piedras hincadas a cada lado sobre las que se apoya losas colocadas horizontalmente. La entrada al túmulo se dispuso hacia el Este, directamente hacia el nacimiento del sol y mirando al cauce del Guadiana. Finalmente todo el conjunto fue cubierto por un túmulo o caparazón de canto rodados, que daba al enterramiento un aspecto de “falsa cueva”.
Se trata de un sepulcro colectivo cuyo ritual consistía en enterrar al difunto en el interior de la cámara y junto a él se depositaban los objetos de su ajuar. En nuestro caso, como consecuencia del tremendo saqueo al que ha sido el tholos, tanto en la antigüedad como en tiempos recientes, hay una total ausencia de restos humanos, si bien podemos aseverar que fueron enterrados con su ajuar, tal y como demuestran la gran cantidad de cuentas de collar recuperadas, puntas de flecha talladas en silex, alguna placa grabada o unos pequeños fragmentos de cerámica decorada. Algunos de estos objetos no fueron realizados con materiales originarios de esta zona, lo que revela que hubo intercambios con grupos humanos de otros lugares.
Una de las características más destacadas de esta tholos es la profusa decoración de los ortostatos, mediante motivos pintados -de las que sólo se conservan pocos restos muy difícil de contemplar a simple vista- o grabados, más fáciles de apreciar, y entre los que podemos distinguir cazoletas ( pequeños círculos horadados), reticulados, escamiformes o soliformes, además de grafías prelatinas.
Las evidencias arqueológicas documentadas durante la excavación indican que, tal vez, el tholos pudo haber sido remodelado durante el amplio abanico temporal en que fue utilizado. El anillo de piedras que se observa en el lateral derecho del caparazón y su ausencia en el lateral izquierdo, la desigualdad de material en el que se realizaron los ortostatos, así como la presencia de una pequeña estructura circular adosada, igualmente expoliada, indicarían que el túmulo fue adecuado a las necesidades surgidas en cada momento.