Es un edificio de dos plantas de considerable extensión, levantado entorno a un mediano patio central con arquerías de medio punto, sobre columnas de mármol.
La fachada principal corresponde al siglo XVIII, y entre los elementos que la componen destaca el escudo por su fina y cuidada labra, que es sostenido por la cabeza de un querubín alado, todo ello confeccionado en mármol blanco.
En el interior, destacamos además del patio antes mencionado, los bellos salones y la capilla donde el altar mayor era presidido por una imagen de San Fernando.
El palacio perteneció a Fernando Florencio de Solís Fernández de Córdoba, que nació 1724. Regidor perpetuo de la Ciudad y Coronel de Caballería, murió en 1771, según consta en el epitafio de su enterramiento en la iglesia parroquial de San Bartolomé.
Le sucedió Alonso de Solís Tous de Monsalve, que realizó importantes donaciones a la parroquia de San Miguel, donde está enterrado, además de ayudar con importantes sumas a la obra de la torre.