Situado en el Camino Real, Madrid-Badajoz y a la mitad de distancia entre Trujillo y Mérida se localizan las ruinas de «El Confesionario». Esta construcción consta de dos arcos de ladrillos rojos, casi a ras del suelo y que da paso a un depósito de agua con bóveda, que incluso en la estación de verano conserva algo de agua, por lo que es posible que sea manantial. En su entono se localiza la Venta de la Guía, lugar dentro del trazado de la carretera Badajoz-Madrid donde repostaban los caballos de las diligencias.
Este lugar se cita en la Orden de 1 de enero de1825, cuando la Capitanía General de la Provincia de Extremadura advierte de la conocida la peligrosidad del paraje por la espesura de retamas y arbustos en donde se esconden los malhechores para robar y matar a los viajeros de las diligencias. Antonio López, también nombra este lugar y lo utiliza como argumento para convencer al rey Fernando VII de la conveniencia de la fundación del nuevo pueblo.
Así consta en los Archivos Municipales de Santa Amalia. Sin embargo, las leyendas orales aseguran que, en tiempo de la Inquisición, se llevaban allí a personas que creían sabrían decirles algo sobre posibles herejes, de ahí el nombre. Posteriormente le darían empleo similar las tropas de soldados que vigilaban el Camino Real cuando cogían a los bandoleros que robaban a los viajeros que pasaban por la zona