Se conservan en el Ayuntamiento de Magacela, en la zona de atención al público, cuatro esculturas realizadas en granito, de las que al menos tres estaban en un principio en la iglesia parroquial del castillo, aunque desconocemos su verdadero origen. Por tanto, resulta difícil la datación cronológica de estos elementos, debido a la descontextualización de los hallazgos.
Uno de los leones, fue descubierto en el templo por Rodríguez Amaya. Se encontraba empotrado en una especie de banco o poyo de mampostería y ladrillo, en el que además, se utilizaron sillares romanos revueltos con los cascotes para sujetar un fuste de granito de dos metros de longitud. La cabeza del león salía por uno de los extremos del banco.
Otras dos figuras, las cuales también mostraban sus cabezas, estaban colocadas en los ángulos superiores de la portada norte de la antigua parroquial. Una quinta estatua de animal sigue coronando la portada meridional de la antigua iglesia de Santa Ana. En un principio se pensó que fueran gárgolas a pesar de que los cuerpos estuvieran embutidos en los muros; actualmente, a falta de nuevos estudios, estableceremos un análisis que nos ayude a comprender tal manifestación artística.
De lo que no cabe duda es de su aire primitivo, especialmente en las dos más toscas que coronaban la portada de la iglesia y que son similares a la de la puerta meridional. Las bocas se ejecutaron de manera tosca, los adornos del cuello, muy estilizados y geométricos, indican junto a dos series de estrías una esquemática melena. Por su ejecución, y si comparamos con otras figuras al menos las actualmente decapitadas, se pueden relacionar rápidamente con las tallas musulmanas, bien bronces califales.
El trazado geométrico de la cabeza de los leones de Magacela les recuerda a Jiménez Navarro, Amaya y Oxea a las del arte hitita, y en cuanto a la talla de los vellones que conforman la melena, señalar que es idéntica al tratamiento de los vestidos en los relieves sumerios que representan al Rey Ur-Nina y a la Diosa de Uruk. Así pues, el aire oriental de los leones es algo que no incita a la duda, desplazándonos a áreas bastante alejadas como la indostánica y la China. Esto último, según apuntan, no debe de extrañarnos ya que el arte mesopotámico, de enorme fuerza y vitalidad expansiva, es antecedente de los artes persa, bizantino, sasánida, románico y musulmán, con marcada influencia en la India y la China.
Alonso Gutiérrez llega a la conclusión de que estas estatuas de rasgos orientales evidentes, que o bien son de origen árabe, o como anotan Fernández Oxea, Jiménez Navarro y Rodríguez Amaya, pudieron llegar a la península en época romana a través de comerciantes o soldados y destinadas a una función posiblemente religiosa.
El culto a lo oriental del mundo romano en Magacela, continúan, viene a reafirmarlo la conocida radicación de la mayoría de los cultos orientales en Mérida. Macrobio, en un texto, refiere la frecuencia de ofrendas de estatuas de leones al templo gaditano de Hércules; por lo que es posible la existencia de un templo consagrado a alguna divinidad oriental en la zona de la Obra Pía.
Tras analizarlas detenidamente y fotografiarlas, Gutiérrez llegó a la conclusión de que posiblemente estemos ante esculturas medievales árabes; siendo algo más toscas en ejecución dos de ellas, y que la técnica y los elementos grabados son muy similares, estando éstas muy desgastadas por haber sido expuestas a los fenómenos de la naturaleza.
Por el acabado de la parte del lomo de las esculturas, así como por su altura, en las decapitadas, hace posible la hipótesis de que se trate de los laterales de un banco. Por otro lado, no se descarta la posibilidad de que sean parte del mausoleo funerario de Fray Cristóbal Bravo de Laguna.